Contra el fin de la privacidad
🌶️ La tecnología se volvió tan sofisticada y barata que incluso México puede implementarla para la vigilancia masiva. Se ha legalizado un control social desproporcionado. Podemos combatirlo.
Well, I’m running. Police on my back. I’ve been hiding. Police on my back. I been running monday, tuesday, wednesday, thursday, friday, saturday, sunday. What have I done?.— The Clash
¡Bienvenidos! Soy José Soto Galindo y esta es mi newsletter sobre privacidad y sociedad de la información. Edición 238° de Economicón.
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Fe de erratas: en 🔓 Secreto bancario, edición 237, cometí un error y puse mal las conversiones a dólares en los conceptos de monederos electrónicos, certificados, vales o cupones (numeral 4) y tarjetas prepagadas y cheques de viajero (numeral 5). Ya corregí los typos. Gracias, P.B., por hacérmelo notar.

Reg Whitaker advirtió en 1999 de un momento histórico futuro en el que la tecnología sería tan sofisticada, precisa, ubicua y barata que tendría la capacidad de vigilar intensivamente a los ciudadanos: sus desplazamientos, sus tarjetas de crédito, sus relaciones sociales, su historial médico.
Ese momento ha llegado a México:
🌶️ Una avalancha de nuevas leyes y reformas aprobadas esta semana ha creado un modelo de vigilancia y control social masivo, indiscriminado y desproporcionado.
Un Big Brother en toda forma, para usar la metáfora choteada y tan literalmente acertada.
No todo está perdido. “Falta la respuesta de la sociedad civil contra el control y la intrusión hostil del Estado”, me dijo Reg Whitaker cuando charlé con él hace años sobre El fin de la privacidad (Paidós, 1999), el libro en el que este sociólogo y profesor canadiense advirtió sobre las consecuencias de la tecnología digital en nuestra vida cotidiana.
Te comparto fragmentos de esa charla para insistir en la esperanza: aún podemos dar la batalla.
—¿Tenemos que seguir hablando de privacidad?
—Por supuesto, la privacidad sigue siendo importante, pero tal vez no de la manera como la concebimos en el pasado. La gente todavía necesita espacios privados donde pueda definirse y expresarse, pero estos espacios tienen que ser reimaginados a la luz de las tecnologías intrusivas que desafían los límites de la identidad y la expresión personales.
—¿Big Brother fue el primer desempleado de la era digital?
—Big Brother no está exactamente desempleado. Antes del 11 de septiembre del 2001 estaba siendo subcontratado por el sector privado, pero después de los ataques del 11 de septiembre la tendencia se modificó y el Estado tomó un papel cada vez más destacado en la vigilancia (vendida como una medida de protección a los ciudadanos contra el terrorismo, con el quid pro quo de negociar alguna libertad para garantizar una mayor seguridad).
El efecto de descentralización de las nuevas tecnologías de la información ha tenido el resultado innegable de desafiar al Gran Dictador o al Partido Único como pivote del Estado y el foco exclusivo de la lealtad, incluso ante el resurgimiento de autócratas personalistas, como Putin o Erdogan —¿Trump en sus intenciones?— y el relativo éxito de Xi en el mejoramiento y fortalecimiento del papel central del Partido Comunista en China (mientras controla cuidadosamente el acceso a internet).
Como tal, el viejo Estado totalitario podría estar en el pasado. Incluso Putin intenta influenciar en el proceso político y mediático, sin operar, como en su momento lo hizo Stalin. Y dudo mucho que China simplemente ame ahora más al Gran Hermano Xi como en su momento lo hizo con Mao. La coerción y el miedo están en juego tanto como el consentimiento.
¿Significa esto que la resistencia es inútil? No, en absoluto. Lo que significa es que la resistencia debe enfocarse en las razones más profundas de la amenaza del Estado, en lugar de sólo derrocar a un Gran Hermano personalizado. Ese es un desafío mayor, pero que ofrece una resistencia más inteligente, que puede operar después de la revolución y no sólo como un medio de derrocar al jefe y luego irnos a casa.
—¿Cree que la transparencia es ahora una obligación sobre los ciudadanos, que debemos ser tan transparentes como los gobiernos?
—En cierto sentido sí y en otro sentido no. Cuando los ciudadanos se enfrentan al Estado y a las corporaciones tienen la obligación de revelar quiénes son y qué quieren, y no jugar los mismos juegos engañosos de los poderosos. Por otro lado, la rendición de cuentas de gobiernos y corporaciones es una obligación que surge del poder que tienen sobre las vidas y libertades de las personas y que supera ampliamente la responsabilidad de las personas sobre la política y la legalidad.
—¿Está en riesgo la democracia? ¿Estamos avanzando hacia paradigmas nuevos y aún desconocidos?
—Si dejamos que suceda, sí. Depende de nosotros reclamar la democracia. El populismo es una versión degradada y pervertida de la reconquista democrática. Trump y el estúpido voto del Brexit son ejemplos de personas que se disparan al pie en lugar de apuntar contra la raíz de los problemas.
—Si pudiera volver a escribir su libro, ¿qué haría distinto?
—Me gustaría abordar dos cosas principalmente. En primer lugar, el regreso del Estado al centro del poder de vigilancia y la complicada relación entre los sectores privado y el público en la economía de la información.
En segundo lugar, el surgimiento de las redes sociales en internet y su influencia en la adopción de tecnologías entre las personas. Cuando escribí El fin de la privacidad, Facebook, Twitter o Instagram no existían o no habían surgido plenamente. Las redes sociales representan un área enorme para explorar. No tengo respuestas más convincentes que la mayoría de los observadores, pero las redes sociales han transformado claramente la forma en que aprendemos, en que interactuamos con otros y con el mundo, incluso tal vez la forma en que pensamos.
En Economicón: Consejos de resistencia para organizaciones
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La nueva vigilancia ilimitada del Gobierno Federal, de Vladimir Chorny en Nexos
Un soldado en cada hijo, de Juan Villoro en Reforma
Fortalecimiento estatal y más vigilancia: ¿están listas las empresas?, de Jimena Ortiz en El Economista
La excepción se volvió regla, de Leopoldo Maldonado en SinEmbargo
¿Por qué siempre mencionamos a Orwell cuando hablamos de vigilancia?, de Amaya Noain Sánchez en The Conversation
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Sobre mí
Soy José Soto Galindo, periodista. Fui director de Medios del Inai. Edité El Economista en línea de 2010 a 2024 y antes fui editor en Público-Milenio (2001-2009). Soy maestro en Transparencia y Protección de Datos Personales por la UdeG y tengo especialidad en derecho de las telecomunicaciones (IIJ-UNAM) y derecho de las tecnologías de la información (ITAM). Doy clases de periodismo en la Universidad de Guadalajara.
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